lunes, 5 de agosto de 2013

Lectura de comprensión

INSTRUCCIONES: Lee con atención el siguiente texto y contesta las preguntas.

Hombre de monte


El cuatitlácatl (hombre de monte; por ejemplo, el cazador) regresó a su casa después de dos semanas de ausencia, durante las cuales estuvo entregado a los trabajos que a él menos le gustaban: el corte de caña para un trapiche del mestizo, el abastecimiento de pastura para las yuntas de la misma molienda y el interminable atizar del horno.
Precisamente por su falta de afición a la agricultura, él ni sembraba ni cosechaba, pues por algo le llamaban el cuatitlácatl, hombre de monte, cazador. Mientras los demás iban a limpiar la tierra para la siembra, él buscaba por los bosques la mejor presa, acompañado por sus perros. En tanto que los demás cosechaban y llenaban sus pequeños graneros, él expendía las pieles y cambiaba la carne por los alimentos propios de la tribu.
Otro de los principales ingresos lo obtenía como coaténquetl (el poseedor de culebras). Esto consistía en proporcionar un mazacóatl, o culebra – venado (nombre que se le da al animal porque su hocico es semejante al del ciervo), a todo aquel que lo necesitaba para limpiar de tuzas, ratones y toda clase de roedores su campo de labor. El mazacóatl es grande y fuerte, pero no venenoso. Es tan domesticable que suele vivir, inofensivo y bonachón, en los mismos hogares de los indígenas.
En cuanto el cuatitlácatl sabía de alguno visto en los montes, iba en su busca. Después de rodeos y preparativos en que intervenía principalmente la observación, ponía al alcance de la culebra una presa que por su tamaño pudiera provocarle el aletargamiento. Era entonces cuando aseguraba al reptil y cargaba con él a su casa. Después era el verdadero trabajo, el de educarlo: un silbido peculiar y luego la entrega del alimento diario, forzosamente una presa viva.
Los vecinos solicitaban periódicamente los servicios de las culebras del cuatitlácatl, para que destruyeran las plagas de roedores que dañaban sus sembrados en pleno futo.
Varias de esas culebras tenía alquiladas el cuatitlácatl. El pago consistía, casi siempre, en una gallina ponedora, en un pequeño marrano, o bien en unos cuartillos de maíz o frijol. El hombre, al entregar a los interesados sus extinguidores de ratas, hacía la advertencia de que se les tratara bien, porque, aun cuando parecían tan mansos, una vez enfurecidos constituían, hasta para él, un serio peligro. Pero lo que más recomendaba era que, de haber tomado aguardiente, no se les acercaran, porque son completamente irritables al simple olor del alcohol.
Una vez, un indígena alquiló para su labor un mazacóatl, tan grueso como el muslo de un hombre y tan largo que en sus aíllos se hubiera ahogado fácilmente un leopardo. Bien pronto comenzó a verse que el daño disminuía  en el campo de labor. Aun en las tardes que amenazan lluvias, cuando reina una gran inquietud en todo lo montaraz, ni los ratones daban señales de vida.
Cuando el dueño de la milpa se convenció de que la culebra ya no tenía qué hacer, se dispuso a devolverla al propietario. Familiarizado ya con ella, después de un agasajo predilecto, le fue fácil meterla en un enorme cesto, cuya boca tapó con una manta.
Llevando a cuestas la valiosa carga, el agricultor tomó camino de la ranchería. Pesaba tanto, que en la cuesta se vio precisado a descansar repetidas veces. Y cuando llegó a una venta, de esa que en las orillas de algunos caminos son como estaciones forzadas de todo caminante, depositó su carga en una banca y se acercó al ventanuco a empinarse un aguardiente. Recordando la advertencia hecha por el dueño de la culebra, el bebedor echó a ésta un vistazo…
¿Qué podría hacer, si estaba, de hecho, prisionera y, además, ya habían concertado una amistad que rayaba en la confianza? Convencido, el hombre apuró otro vaso de caña.
Reanimado, pero menos prudente, se echó a cuestas su carga; pero apenas había iniciado la marcha, la culebra comenzó a agitarse. Con un violento impulso logró desprender la manta que tapaba la boca del cesto e inmediatamente descargó sus enormes mandíbulas en la nuca del hombre, haciéndole caer. Después lo azotó con la violencia con que el perro en riña, azota contra el suelo al gato…
Gregorio López y Fuentes¸ El indio, México
Novaro, 1956. (Fragmento)



1. Un felino mencionado en la lectura es:
a) perro
b) tuza
c) leopardo
d) marrano
2. ¿Cuáles son las características del cuatitlácatl?
a) tranquilo, ambicioso y perezoso
b) observador, solitario y paciente
c) amante de las labores del campo, paciente y sociable
d) Cuidadoso, bonachón y sereno.
3. Encierra la causa por la que murió el indígena que alquiló la mazacóatl
a) necedad
b) descuido
c) incredulidad
d) desconfianza
4. Elige la respuesta que incluya un grupo de animales familiarmente parecido al mazacóatl
a) tigres  y leones
b) ratones y otros roedores
c) boas y cascabeles
d) lagartijas y perros
5. ¿Cuál es el método de limpieza de cultivos que describe la lectura?
a) Respetuoso del orden natural de las especies
b) Por medio de químicos
c) Por imposición humana

d) Un método poco usado o desconocido en la actualidad




5 comentarios:

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